Quien nomina es quien domina: quien define, decide (versión resumen)

Les dejo la conclusión de este post publicado en artepolitica.


Entre 1991 y 2001, la industria disminuyó, en precios constantes (de 1993) un 5,8%. Mientras, entre 2004 y 2013 (a precios constantes de 2004) creció un 61,3%. En este período el total de la economía creció un 62,3% real (utilizando la base 2004). En estos años se pasó de 44.610 empresas industriales que generaban empleo registrado en 2003 a 59.200 en 2013 (número que vale admitir, se amesetó en 2011). Concomitante con lo cual, el año 2003 arrancó con 769.000 empleos industriales registrados (17,23 empleos registrados por empresa), mientras que 2013 cerró con 1.284.000 empleos industriales registrados (21,68 por empresa). No sólo hay más industrias, además crecieron (fuertemente hasta 2011). La proporción industrial pegó un salto en 2003-2005 y eso se mantuvo hasta la actualidad (en el orden del 19,5% del PBI). La proporción del sector primario sobre el PBI real también se mantuvo, o disminuyó poco.


Es verdad que no hubo una estrategia particular de desarrollo industrial, sino que ésta fue incluida en una estrategia más amplia de aumento de empleo, disminución del desempleo, y mejora del poder adquisitivo de la población antes que la competitividad de la economía. ¿Es esto un problema? Sí, tal como cualquier estrategia, genera algunos problemas y no otros. Especialmente por cuanto en el largo plazo, se va a sentir la necesidad de una mayor industrialización para que entremos todos, para evitar cuellos de botella generados por la falta de divisas, como es el caso histórico de la Argentina. De todos modos, este problema es mucho mejor que el que aconteció entre 1974 y 2001 de destrucción de los tejidos productivos y entre 1974 y 2003 de destrucción de los tejidos sociales.


El desarrollo industrial es posible. Hay algunas cosas que, en resumen deben tenerse en cuenta: el problema es de conducción de actores privados, es de praxis económica, sin Estado interventor es imposible y la tasa de ganancia sectorial debe tener absoluta certidumbre en el tiempo, porque es la manera de orientar las inversiones. Es el paso siguiente del “modelo” en un contexto donde algunos quieren retroceder. Debe superarse la falsa tensión entre la industria nacional y el bienestar popular si se quiere dar un paso hacia el desarrollo. Instalar en la opinión pública una agenda futura alejada de las libertades neoliberales es un objetivo militante, nacional y popular que forma parte de la disputa cultural por un proyecto de país que evite volver a lógicas de valorización financiera como las del pasado. Entre 2012 y 2013 decíamos que si iba a haber crisis lo fundamental pasaba porque esa crisis no la paguen los trabajadores, como siempre en la historia de la Argentina. En este 2014, vislumbrando un desorden macroeconómico (que no llega a ser crisis gracias a la acción del Estado), lo que cabe decir -ahora y no antes- es que se debe pensar el mediano plazo. La industria, la incorporación de cada vez más valor agregado en exportaciones crecientes de los sectores manufactureros, debe ponerse al frente de los objetivos de mediano y largo plazo. Entre estas dos oraciones, entre estas dos cuestiones, hay una clara tensión. El manejo de esa tensión, y no de otra, entre industrialización y bienestar social consolidará la piedra fundamental del país de las próximas décadas.

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