¿Dónde estamos? ¿Qué queremos? ¿A dónde vamos?

Si algo cabe defender en democracia es la diversidad de opiniones.

Si algo nos gusta a muchos es opinar, plantear lo que pensamos. Suelo decir que sólo estar en el espacio correcto para tomar una decisión socialmente loable es más interesante que opinar sobre cómo tiene que ser esa decisión.

Nos gusta eso. Escribir, opinar. Y por suerte en este tiempo se puede hacer. Hace 30 años era difícil, incluso arriesgado. O imposible. Opinar en estos tiempos también trae problemas con quienes piensan distinto, incluso con nuestros propios amigos o compañeros. Pero se resuelve debatiendo, argumentando. Sin represión. Se resuelve cruzando ideas. Más o menos apasionadamente según cada uno.

Un (neo)liberal como Robert Dahl decía que uno de los requisitos de la poliarquía (una forma cool de llamar a la democracia) es la diversidad de información. Además de elegir libremente, otro requisito que recuerdo, entre tantos, es que las acciones del gobierno, y las concreciones institucionales, dependan del voto. En estos últimos casi 10 años como nunca en la historia de la Argentina, el gobierno atendió a la mayoría, enfrentando muchas veces intereses corporativos. Por eso cabe defender a la política, porque a través de ella el Estado puede materializarse en instituciones populares que protegen al conjunto de la sociedad y especialmente a quienes más lo precisan, los sectores vulnerables. Quiero más de esta democracia, mucho más.

Y en este marco es que cabe entender que democratizar los medios de comunicación en la Argentina no es tarea fácil. La justicia, no es independiente de los intereses económicos fácticos, está estrechamente vinculada con ellos y sirve de ancla a un pasado que es difícil de corregir. Las instituciones, como la justicia son construcciones sociales, aceptadas socialmente en un período determinado. Pero cuando la voluntad social acompaña o promueve un cambio se ve ante el desafío de transformar lo que la misma sociedad creó. A todo esto le vamos a llamar política, ¿sí?

Los grupos económicos locales, Soldati, Macri, Pescarmona, Bulgheroni, Rocca, Pagani, Pérez Companc y algunos etcéteras, tienen una suerte de colonización sobre la justicia y sobre una gran parte de los partidos políticos de la Argentina. De esa forma fue que durante los años 1991 a 2003 (y quizá un poco más también) los intereses corporativos encontraron espacios de poder en el mismo Estado colocando a sus lobbystas, controlantes o gerentes. Podemos pensar en Rapanelli, en Tizado, en Rapanelli, en Cavallo (!), en Oscar Vicente, en Daniel Marx, en Montamat, y en una larga y dolorosa lista.

La Argentina de los Kirchner, posiblemente con contradicciones propias de gobernar un país con estas características, con el tiempo fue alejando a estas personas que poco pensaban en las necesidades del conjunto, dado que primero que nada atendían los intereses que representaban, dejando a la democracia en segundo plano (tal como lo demostró la dictadura, y los alejamientos tempranos de Alfonsín y De La Rúa, más allá de cada contexto).

Entiendo a los que dicen que hay grupos de comunicación muy fuertes en la Argentina además de Clarín. Entiendo a los que dicen que la Ley de Medios es coyuntural por las disputas entre Clarín y el gobierno. Entiendo también a los que señalan que hay que ir por todo al mismo tiempo, y no ir tejiendo alianzas entre crápulas para poder enfrentar otros crápulas. También entiendo a aquellos preocupados por el cambio de condiciones del mercado de los medios de comunicación audiovisual. Y entiendo a los que quieren pautas parejas del Estado para todos.

Los entiendo a todos pero no coincido, ni mucho menos los justifico. Entiendo sus argumentos. Y me gusten o no, los comparta o no (en realidad no) lo que no comprendo es cómo algunas personas son capaces de no defender el achicamiento de un monopolio de medios como Clarín, en el marco de cumplir una Ley de la democracia que convocó a tantos grupos sociales interesados.

Existe una relación entre enfrentar corporaciones, para hacer una democracia que atienda cada vez más a porciones mayores de la población, y la (esta) democracia. A esta relación le vamos a llamar soberanía, ¿vale? Tiene que ver con quién toma las decisiones en la Argentina, el pueblo a través de las instituciones emergentes de la democracia reciente o las corporaciones a través de las instituciones que ellos crearon para anclarse a un estado de cosas favorable.

Creo que todo es debatible, pero lo que aparece como bastante evidente es que una democracia mejor, con instituciones inclusivas, se construye apoyando. Acompañando esta democracia. Porque nunca es poco lo que nos jugamos.

Así que, un poco por todo esto, pero también por todo lo que falta, este domingo 9 de diciembre nos vemos en la Plaza. Hasta entonces.

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