Emisor - receptor

¿A quién le habla el oficialismo? ¿A quién le habla la oposición? ¿Qué rol cumplen los medios de comunicación? ¿A quién le hablamos o nos dirigimos los que defendemos las políticas de intervención en la economía como camino hacia un país más justo? ¿Quiénes escuchan qué cosas? ¿A quiénes les hablan los que critican este Estado y este gobierno? ¿Quiénes escuchan los argumentos críticos contra el gobierno? ¿Por qué resulta tan difícil la comunicación? ¿Tan distintos somos? ¿Tan influidos por nuestras ideas estamos de uno y otro lado que la comunicación y la persuasión aparece casi imposible de un lado a otro?

Para simplificar la idea, separemos en tres grandes grupos: el oficialismo nacional, la oposición y los medios de comunicación. Revisemos estos tres actores desde el análisis de los discursos y los actos de habla, según el propósito de sus premisas. De este modo, los actos de habla se pueden clasificar en: i) la simple mención de un texto, o una descripción; ii) la definición de un contenido, (algunos sitúan esta clasificación como una parte de la anterior), estos actos de habla pueden ser una aseveración, una pregunta, una orden o una expresión de deseo; iii) el (o los) efecto(s) que el enunciado produce en el receptor en una determinada circunstancia.

Rápidamente. Los medios de comunicación opositores en la actualidad, en el contexto de la inminente obligación de desinvertir para cumplir con el art. 161 de la Ley de SCA (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, conocida como Ley de Medios), apuntan claramente desde su línea editorial, a generar un efecto en la audiencia. Lo cual tiene un variado nivel de éxito. Pero en un marco en el que no logran aumentar la cantidad de audiencia afín, su propósito se inclina al aumento de intensidades. El ejemplo de esto más claro son las solicitadas del Grupo Clarín, sus institucionales actuales y la forma descarnada como presentan algunas noticias, especialmente desde sus tanques de difusión -por ejemplo Lanata-, muchas veces acompañadas por otros grandes medios. Se busca provocar al electorado opositor para que aumente su intensidad de participación en las manifestaciones (de cualquier tipo) contra el gobierno, pero no se logra orientar esta participación hacia algún canal político partidario. Esto último genera una debilidad en el escenario político que no muchos logran detectar. Cabe preguntarse, entonces ¿si lograsen sumar voluntades, bajarían los niveles de intensidad de las actitudes actuales?

La oposición se encuentra a mitad de camino con sus discursos, no es tan efectista en sus mensajes, no se muestra una intención de aumentar las intensidades desde sus posiciones, salvo cuando están potenciadas por la difusión desde algún medio de comunicación. El "debería ser" acompaña sus discursos, pero con posiciones críticas antes que propositivas, desde el "así no es" antes que desde el "debería hacerse tal cosa". Esta lógica confunde a la ciudadanía que no acuerda con el oficialismo, y qué tampoco entiende por qué se acercaría a qué partido de la oposición, salvo que eso sea sólo como expresión intensa de disconformidad material o simbólica ante las medidas del gobierno nacional.

Frente a este escenario de dispersión política en los sectores opositores -ausencia de pertenencia hacia ideales y reacción por parte del arco opositor (mediático y partidario)- el oficialismo comete muchas veces el error de entrar en las disputas discursivas y políticas sin contenido, reaccionando a la reacción. Sin embargo, por otro lado, el oficialismo es el único de estos tres actores que maneja una agenda propositiva, sumando avances en distintos frentes y abriendo la oportunidad de persuadir a otros ciudadanos de la importancia del camino trazado. Los hechos más o menos evidentes, según el sector de la población que se trate tienen que ver con que el gobierno en vez de ajustar promueve la economía real, amplía derechos, amplía la ciudadanía, controla la economía para que los sectores populares no se vean perjudicados, promociona la actividad industrial, el trabajo y el consumo, aumenta jubilaciones y asignaciones, todo como único camino ineludible hacia la mejora en la calidad de vida de la mayoría. Los sectores beneficiados con estas políticas se ven atendidos y, ciertamente, muchas veces escapan a lo meramente discursivo o ideológico, quedándose con -y entendiendo sólo- lo material. En otros casos, piden más, y es entonces cuando se acercan a los discursos, identificándose o no.

La reflexión que resulta de este mínimo análisis es que el oficialismo sólo puede sumar desde la proposición. Sólo desde la ampliación de la agenda política de gobierno consigue sumar y no tanto cuando entra en el debate sobre la definición de los temas que deambulan por la agenda pública o sistémica. En este sentido, pareciera que de los tres actores políticos (sí, los tres son políticos en este análisis) el único que apunta a la persuasión es el oficialismo. Mientras que la oposición es funcional al propósito, poco periodístico, de los medios de comunicación de generar mayores intensidades y participación apartidaria (por ende difusa) en la minoría que nunca ha logrado reconciliarse con la política como herramienta de transformación social. Con este tira y afloje nos vamos a meter en un 2013 electoral de medio término.





Comentarios

Larabi dijo…
Muy bueno, aunque creo q tanto oficialismo y oposición no forman una masa uniforme, sino tipo núcleo y distintas . Cuando uno le habla le habla a las capas externas del otro grupo.
También podríamos mencionar un cuarto grupo de "indecisos"/"Independientes"/"Materia electoral dispersa" ... a las que también les habla cada uno de estos grupos.
Hache dijo…
Sí, el oficialismo es más homogéneo que la oposición, naturalmente. Aunque acá me interesaba meter con el mensaje y el discurso, y su recepción, antes que con la particularidad de los grupos. Abrazo

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